13 marzo, 2011

Rutina

Lleno la bañera con agua caliente, ardiendo, deseando - de alguna manera - que al entrar en ella me queme la piel.
Otro día más sin salir de casa, otro día más en el que no sé qué hacer para matar el tiempo. Dejar pasar las horas frente a una pantalla de ordenador, preguntándome cuándo acabará todo esto.
He dejado en mi habitación toda mi ropa, solo me queda la ropa interior. Entro en el baño, cierro la puerta... y paso la llave. Ahora nadie me molestará.
Me deshago de las últimas prendas que cubren mi piel con un leve contoneo.
Ahora sí.

Primero levanto una pierna, y la deslizo hasta llegar al fondo de la bañera. Hago lo mismo con la otra.
Me sumerjo en el agua caliente que, por asombro mío, no quema tanto como esperaba.
Me acuesto. Y cojo un mando a distancia. Pulso un botón. Y se escucha My Inmortal, de Evanescence. Me dejo acurrucar por la espuma y la voz de Amy Lee.

Está todo tan tranquilo. Tan quieto. Todo en su sitio.

Ahora sumerjo también la cabeza en ese agua que ya no se acerca ni a templada. Y dejo que mis oídos busquen el sonido a través de esa capa.

Me recuesto. Estiro las piernas.Y me quedo inmóvil.

Desde aquí puedo ver cómo una gota suicida cae desde el grifo hasta la bañera, sin saber que luego quitaré el tapón, y no tendrá más vida. Al caer, forma una pequeña ola. Indefensa... que llega hasta mi cuerpo.

Veo cómo la piel de mis dedos se arruga como si pasaran los años. Ahora sé cómo seré cuando cumpla los ochenta años.

Se acaba la canción. Me levanto.
Mañana vuelta a empezar.

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