25 noviembre, 2012

Alguien me dijo una vez

 (ojo, no era un sabio, más bien un Dios de esos que sólo existen porque se habla de ellos) 

que utilizo demasiado la palabra “puta” cuando quiero expresar-me.

 Quién me iba a decir que me refería a ti,

 que caminas con un tacón más alto que otro para que mis ojos paseen por tus nalgas 

y se pierdan de sexo. 

Y de ganas. 

Que miras por encima del hombro y con labios rojos, 

que me llevas al infierno y te sigo con las manos atadas 

-quiera Dios que me las desates a mordiscos entre las sábanas-

y dejas tu huella en el cuello de mi americana, 

en el escote de mi blusa y en mis bragas, 

que las perdí la primera vez que viniste a mí 

dijiste mi nombre como quien saborea una tarta de fresa, 

y amor.