03 febrero, 2012

De camareros y camarillas

Marta volvió a ese pequeño y curioso café que le habían enseñado sus amigos en un intento de hacer que volviera a sonreír. Había estado allí unas siete veces y ya conocía cada mesa y a cada camarero, y uno de ellos se acercó ese día a ella y comenzó a susurrarle, alzando cada vez más la voz, con su irresistible acento argentino, para que oyeran todos los que estaban allí en ese momento.

 - Preciosa, sé que siempre bromeo con vos y he podido decirte más de cien veces que te lamería el cuerpo entero... Pero necesito hablarte de algo real.. Tenés un cuerpo increíble y sos maravillosa, pero no sabés explotarte.
 - ¿A qué te refieres, Rubén?
 - A que sos preciosa y tenés un cuerpo de muerte, a quién vamos a engañar... estás buenísima, nena. Pero no sabés sacarte partido, y ¿sabes qué es lo primero que tenés que hacer para poder sacarte partido? Creértelo. Así que prometeme que la próxima vez que vengas a verme, vendrás increíblemente bonita, porque ya sos bonita con tus jerséys y tus tenis, pero sé que sos más increíble todavía si te vistieras como debes vestirte teniendo tu edad, y no dejes jamás que nadie vuelva a hacer que te sientas fea, o miserable, porque sos una mujer maravillosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario