23 abril, 2011

 Es extraño. Suelo sentarme a escribir
después de pasar el día contigo
y hoy
que no te he visto
y que sé que mañana no te veré
tengo ganas de escribir.

 Que sí, que ya sé
que es tarde.
O más bien temprano.
Pero prefiero que sea así
que todo el mundo duerme.
Así,
de esta manera
siento que
de algún modo
tengo el poder.

 El poder de poder imaginarme el mundo a mi antojo, porque no hay nadie que venga y me diga: no, esto no es así.

 Porque ahora
en este breve tiempo en el que el
mundo
es
mío,
puedo decir que sí,
que existen las casitas de chocolate
y los ríos de capuccino
y las nubes de algodón de azúcar(qué queréis, tengo la regla y tengo mis antojos)
puedo decir que
no existe la política
que las palabras 'guerra' o 'problema'
no están en el diccionario.

 (Qué pena que dure tan poco tiempo).

 Que sí,
que todo se debe a los cuentos
que leía cuando no era más que una mocosa(que no digo que no lo siga siendo)
pero qué esperábais.

 Yo salía a la esquina del colegio a buscar a ese hombre viejo que daba caramelos a los niños.

 Y nunca lo encontré.

 Y en este mundo que me invento cada noche(solo por cambiar de tema)
sólo existes tú.

Joder, tú.

 Y no existen los días en los que no te puedo ver,
porque los odio.

 Y salimos en una barca(no en la de cáscara de nuez, no)
en una barquita fabricada por ti
hecha con galletas María.
Y surcamos el río de capuccino
y llegamos a
una montaña de merengue,
y nos sentamod a ver cómo amanece.

 Y sólo estás tú, y sólo estoy yo.
Y somos nosotros dos.

1 comentario:

  1. Idaa! Impresionante de verdad! Yo quiero estar en esaa vida-sueño de tus veladas. Un beso ;D

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